viernes, 8 de noviembre de 2013

#1

Las puertas herméticas de plata se mantuvieron intactas, pero las paredes se vinieron abajo con el estruendo de una tormenta. O mejor dicho: salieron vaporizadas en todas las direcciones, cogiendo desprevenidos e hiriendo gravemente a los Guardianes. La maya metálica bajo el muro quedó retorcida como hilo inútil y sin poder.
Gritos de sorpresa se mezclaron con el ruido de la destrucción.
Alexander agarró el mango del hacha apunto de decapitarle, con fuerza. Golpeó el punto de equilibrio del verdugo: una vez en el estómago para que se doblase, luego en la mandíbula para noquearlo y se la arrebató con un forcejeo en el que no jugó limpio. Antes de que pudiera protegerse, Alec se irguió y enarboló el arma contra su cara. Un solo golpe de precisión mortífera. La sangre salpicó por entero al hibrido, roja y caliente.
El cadáver cayó sobre el podio de ejecuciones.
A sus espaldas, por los boquetes realizados, cientos de soldados entraban para aniquilar a los hasta entonces distraídos Guardianes.

Los miró por el rabillo del ojo. Malditos tardones, un poco más y no lo habría contado. La luz del arma en su mano empezó a quemarle la piel. La afianzó con más fuerza entre sus dedos. Alzó la mirada arrogante y decidida, la magia desbordando a su alrededor, sin rastro del miedo o enfermedad en ella; no iba a seguir fingiendo. No, cuando… –Empieza la guerra.

viernes, 1 de noviembre de 2013

#1

//Recomiendo releer antes http://historiadeunsurrealista.blogspot.com.es/2013/09/epilogo.html a partir de donde aparece la canción//

-PRESENTE-

Alexander cerró los ojos esperando a que sucediera, aterrado. Casi impaciente.

Estaban tardando. Demasiado. Daros prisa, quiero acabar con esto. Acabar con todo; sonrió para sí.